
¡Hola! Somos Tania y Juan y este es nuestro análisis de noticias de medioambiente de la semana. Hoy te traemos una entrevista con Frédéric Kauffmann, fundador de The NeverRest Project, para hablar del problema de la basura en el Everest y en la alta montaña.
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BASURA EN EL EVEREST
¿Está saturado el Everest?
El Everest está lleno de personas y es un reflejo de lo que está pasando en los espacios naturales de montaña a nivel mundial. Cada vez reciben más turistas que quieren disfrutar del entorno, pero generan un gran impacto. Encontramos lo mismo en otras cumbres más cercanas, como el Teide o el Mont Blanc.
El campamento base del Everest está saturado. A la cima no llega tanta gente, lo que pasa es que se concentra toda en el mismo momento para aprovechar las ventanas de buen tiempo.
Aunque sea poca la gente que llega a la cima, las imágenes de personas haciendo cola para escalar el Everest llaman la atención.
Sí, son imágenes muy trascendentes y más aún hablando del Everest, un icono mundial. Pero hay otros lugares que están todavía peor, como el parque nacional Manuel Antonio en Costa Rica, que sufre un impacto mucho más agresivo del turismo: los visitantes han pasado de 170 000 a casi 400 000 en tres años.
“Solo de orina, cada día acaban en el ecosistema unos 4000 litros, lo que al cabo de la temporada son 240 000”.
¿Qué residuos son los que más se encuentran en el Everest?
Sobre todo, residuos plásticos, muchísimo papel, tiendas de campaña abandonadas a distintas altitudes y muchos residuos orgánicos, tanto sólidos como líquidos, que permanecen en ese ecosistema en condiciones de congelación hasta que suben las temperaturas. También hay residuos relacionados con la cocina, restos de aceite, queroseno, pilas…
Solo de orina, cada día acaban en el ecosistema unos 4000 litros, lo que al cabo de la temporada son 240 000 litros que se filtran en el glaciar y que de una forma u otra afectan a las comunidades locales que viven más abajo.
El Everest es una maravilla, un lugar espectacular, majestuoso. Pero también es un entorno muy frágil en el que conviven miles de personas durante días. Allí, lo que más sorprende es ver cómo muchos turistas interactúan con el espacio sin respetarlo a nivel ambiental ni social.
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